Publicat a la revista Susy-Q
De la tradición más popular: Eun-Me Ahn
Conocida como la Pina Bausch de Seúl, se instaló tres días en el Mercat de les Flors para revolucionarlo. Su obra es sencilla pero intensamente emocional: en la primera parte las bailarinas y sus compañeros dan buena cuenta de la flexibilidad, energía y entusiasmo que la coreógrafa y alma mater del grupo había diseminado por el escenario en una breve introducción, un solo de la artista de unos cinco minutos y realmente lo más esencial del espectáculo. Sus chicos se entregan, con acentos marciales, saltos y equilibrios hasta la extenuación y un merecido descanso con una enorme proyección, excesivamente larga pero muy emotiva. Se trata de ancianas a quien se les pide que se muevan, que bailen según su criterio. Una filmación sin música a través de la cual se percibe toda la verdad que la danza puede aportar al espíritu: en cada arruga, los cuerpos envejecidos por el tiempo, la expresión cansada, se deja entrever todo un mundo de vicisitudes que han debido pasar. Esas ancianas, ocuparán el escenario en la tercera parte hasta acabar invitando a los espectadores a bailar con ellas. Es muy evidente que la coreografía de la pieza en su conjunto se acusa, resulta demasiado plana. Pero la sinceridad de la propuesta, arrastra a cualquiera.
De la diversidad de estilos: Choy Ka Fai
Se dio a conocer este artista de Singapur hace tres años entre el público barcelonés en la Sala Hiroshima, la segunda semana de inaugurarse el nuevo espacio. Interesado por la danza documental, se fijó en los últimos tiempos por la idea que en occidente tenemos de la danza contemporánea asiática, siempre llena de tópicos y exotismo. Ha llevado a cabo una investigación que le ha llevado a visitar trece ciudades de cinco países asiáticos con su proyecto SoftMachine. En el Grec se han presentado dos partes de ese estudio, con Surjit Nongmeikapam, bailarín de la India, formado en danzas clásicas y en artes marciales y uno de los primeros de su país en explorar las formas contemporáneas. Y Rianto, un bailarín indonesio especializado en Lengger, una modalidad de danza erótica tradicional que él interpreta caracterizado como una mujer. Instalado actualmente en Tokio ejemplifica muy bien las tensiones entre las formas más tradicionales y las más contemporáneas de la danza. El resultado de este trabajo es desigual en ritmo e interés. De todos modos es una ocasión única para acercarse a modelos prácticamente ignorados por parte del público occidental. Más allá de la curiosidad que causa este diálogo entre tradiciones tan dispares, invita a desarrollar una idea de identidad multiforme muy fértil desde el punto de vista creativo.
De la perfección del movimiento: Cloud Dance Theatre of Taiwan
Se reservaba el gran espacio del Teatre Grec para recibir de nuevo, once años después, a la que se considera primera compañía de danza contemporánea de su país. La expectación era máxima y la respuesta del público fue magnífica. La compañía traza en el aire una caligrafía intensa, pausada, mesurada, alrededor del concepto de vacío. Con un escenario desnudo, se focaliza en sus excelentes intérpretes vestidos todos a la manera más tradicional, con faldas blancas ellas y negras ellos, para que la idea circule de manera libre, acusada e ilumine de sentido, en un punto frío y exhaustivo, el conjunto. En la próxima edición en papel de la Revista Susy-Q profundizaremos en este particular lenguaje que no dejó indiferente incluso a los menos convencidos.
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