Mercat de les Flors, 15 de març de 2018
Quinzena de la Dansa
Política de la mirada
Fuertemente posicionada, dispuesta a poner en claro sobre el escenario la lógica de la dominación masculina, Marina Mascarell ha dispuesto en Three Times Rebel un auténtico dispositivo de la evidencia de la fuerza bruta que la mujer ha debido soportar históricamente. Su simbología es muy clara, con unas barras que a modo de estructura efímera van relacionándose con las intérpretes. Frágil y maleable, ese artefacto se despliega como si fuera un testimonio de la injusticia, violencia, desigualdad e inferioridad a la que se ha visto sometida. Ese discurso busca empoderar, a través de fragmentos de textos recitados mientras bailan.
En ese contexto, la coreografía se desarrolla básicamente a ras de suelo. Como para representar la posición de inferioridad a la cual se ha sometido todo lo que tenga que ver con “lo femenino”. Junto a la escenografía comentada deberían haber sido suficiente para llevar el espectáculo a un nivel superior. Elevarse hacia la construcción de un nuevo paradigma, llenar de nuevas propuestas una relación que ha estado siempre basada en la dominación masculina. Y sin embargo, eso no llega a ocurrir.
¿Basta acaso con evidenciar la ignominia? Creo sinceramente que ya no. Porque es necesaria una auténtica política de la transformación, de la que nada se habla en Three Times Rebel.
De manera que la propuesta de Mascarell solo sobrevuela el primer capítulo de la evidencia. Queda ensimismada en la mirada. Y con esa intención genera un par de instantes de una intensidad mayúscula: cuando juegan con el linóleo es una de ellas. En la encarnación (textualmente: se fijan a los cuerpos) de aquellos palos metálicos para referirse al comercio sexual, es la otra. La preocupación por describir es tal, que se olvida de prescribir. Y eso, en una obra que se presenta como feminista, es olvidar lo más importante: solo desde la apropiación será posible el cambio.
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