Intèrprets: Revé Terborg, Jenia Kasatkina, Stein Fluijt
Sala Hiroshima, 3 de març de 2018
Quinzena Metropolitana de la Dansa
En tu espera
Dos elementos caracterizan de manera determinante la vida social: predictibilidad y regularidad. Imaginemos un entorno en el cual se estuviera sujeto a la interpretación arbitraria de cada persona. Simplemente sería inviable. Así se construyó la norma y las reglas de convivencia: en un mar de certezas. Porque sabemos que para todos una misma palabra tiene un significado y concretamente ese sentido, que podemos confiar en la rutina de la vida cotidiana. Pensemos como desubica una novedad fuerte, y entenderemos cómo es de necesaria una vida segura y acompasada. Quizás por ese motivo el ser humano sea tan proclive a meterse en líos como el enamoramiento... Para romper con el control férreo de una existencia bajo la cual se asfixia la creatividad y el libre albedrío.
No es casualidad que Arno Schuitemaker escoja justo esos dos conceptos para hacerlos jugar en su coreografía: el amor y la repetición del movimiento. Precisamente porque ese sentimiento humano es el más etéreo de cuantos inventos pueblan nuestras cabezas; acompañado frecuentemente por la utilización más masiva y banal conocida de expresiones como la que da título a la composición: ”te esperaré”. Que en inglés formal queda reforzada por la utilización de sendos pronombres personales al principio y al final de la oración.
Hay que ser realmente un iluso o un soñador para quedar paralizado en esa espera: una fascinante absorción del espíritu; como la que produce la coreografía de este artista. Sobre la base de normas de movimiento preestrablecidas, muy limitantes para la ejecución de los bailarines, se desarrolla una hora hipnótica de gestualidad repetitiva, con el añadido de la progresión rítmica que les lleva a una auténtico agotamiento físico y de coordinación entre ellos. Todo ello envuelto por una atmósfera de luz tenue y discreta, mérito de Ellen Knops y con la composición musical de Wim Selles que realza la sensualidad, mientras amplifica su ritmo e intensidad.
Los tres intérpretes brillan por si mismos, y de manera muy destacable la bailarina Revé Terborg, porque añade a su proeza un halo de verdad, de sentimiento compartido por la naturaleza de lo que están proyectando en lo simbólico para el espectador, que conmueve. Visto desde esa naturaleza imposible de la verdad engañosa del amor, la obra es un milagro. El mismo al que se refiere su contenido explícito. Porque a pesar del esfuerzo, lo inaudito de lo que conlleva para cada uno, y lo inteligiblemente abstracto que se convierte al lado de nuestras rutinas y seguridades cotidianas; no dejaremos de movernos nunca en pos de lo que representa.
Y así, seguiremos esperando el amor.
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