Sala Hirsohima
07 de gener de 2018
El tema del tránsito de la infancia a la madurez ocupa la nueva propuesta del colectivo Ça Marche. Aunque de lo que trata realmente es del abandono: un desbarajuste en la regla natural según la cual aquel paso a la adultez debería producirse con el lento y eficaz desapego, pero siempre vigilante, de los padres o cuidadores.
En el imaginario, algunos de los relatos que mejor han ocupado ese tema, con Hänsel y Gretel como telón de fondo. Aunque la obra, que lleva por título Silence, sea más bien un interesante juego conceptual con la idea de isla con la que se manejan. Por eso se inicia y acaba con un telón-titular incontestablemente relacionado con la pérdida y la soledad: Nunca Jamás.
Y en ese espacio gélido, solitario, del niño abandonado a su suerte, los cinco intérpretes recrean como un divertimento algo que viven desde la lejanía mental. Por suerte para ellos. Se acusó esa distancia en la función única de la Sala Hiroshima. Así como recurrentes errores técnicos y de coordinación, que dificultaron enormemente el seguimiento normal del espectáculo.
Hay de todos modos en la pieza un material sensible muy interesante, más allá del atrevimiento: trabajar con niños, ya se sabe, no es cosa fácil y en eso el coraje del colectivo es un elemento a destacar. La idea de isla continental, como sustrato de la experiencia humana, merece más recorrido: de qué manera el ser autónomo adulto lo es por cuanto se desgaja de sus orígenes. El otro aspecto es la naturalidad con la que los chicos se mueven en el escenario, muy especialmente cuando bailan y no se sienten sometidos a un diálogo algo forzado para su edad. Es ahí cuando la obra crece, porque aborda con sinceridad lo más destacado de la madurez: no un plan o una programación con reglas incuestionables. Más bien un destino ineludible.
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