dimarts, 18 d’octubre del 2016

Hermaphodites of the soul

Cia: Žak Valenta
Intèrprets: Iva Nerina Sibila, Tomas Kutinjač, Aleksandra Mišić (ZPA)
Dramaturg: Andrej Mirčev 



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Masculino y Femenino: singular

En el lejano 1968, en los disturbios de Stonewall, poco hacía pensar que la cuestión de los derechos de homosexuales, lesbianas y transexuales acabaría destapando la gran cuestión: el rol de género. Primero desde un punto de vista puramente teórico, en los estudios queer. Después como práctica performativa. Y finalmente como espacio de libertad individual. Una pequeña revolución, no siempre bien entendida, pero que abarca desde el movimiento feminista hasta el espinoso tema del acoso infantil que no sabemos abordar convenientemente, porque queda enmascarado bajo otros epígrafes.

Las categorías “masculino” y “femenino” son la bestia del pensamiento contemporáneo. Y nadie mejor que la danza para llevar al debate el tema. En el Antic Teatre, fruto de un intercambio con Croacia, ha llegado la compañía del director Žak Valenta. Con explícito título (Hermafroditas del alma) y un arranque de espectáculo, en la entrada de la sala, con un ángel como protagonista. Se trata del actor Tomas Kutinjač, explorando una belleza inusual, cercana a la idea asexuada como nos ha llegado aquella imagen a través de la tradición.

Nada más lejos de la intención, porque el tema del deseo carnal, la ofrenda y la posesión están presente en todo el espectáculo, con especial interés por señalar la vulnerabilidad de los cuerpos, y por ende de sus relaciones con los otros. Y enseñar muy acertadamente los múltiples colores del gesto. Esto es: lo relativo del acento, que lleva precisamente a preguntarnos por el tema que abría esta crítica. Nada prevalece a lo masculino ni a lo femenino, más allá de una anatomía modificada. Porque en lo demás, solo es construcción cultural.

A ese discurso claro, efectivo y estéticamente comprometido, contribuye la precisa interpretación del conjunto, aunque hay que destacar la bailarina Aleksandra Mišić, en justicia premiada el 2014 por su papel en esta obra y que despliega un repertorio de danza física de alto voltaje y potencial muscular, con una imagen entre perversa y delicada.

La obra está dedicada a Dejan Nebrigić (1971-1999), uno de los pioneros de la lucha gay en la antigua Yugoslavia. Unos breves fragmentos proyectados al fondo del escenario explican la aciaga historia de este muchacho. Ahí es donde la pieza engrandece en mayúscula: porque mientras que para ellos representa el punto de partida, la inspiración de esta creación; para la historia solo es un lejano recuerdo de algo que ya ni siquiera existe, superado como ha quedado por eso que tanto pavor produce: ¿será, a la fin, que no existía ni masculino, ni femenino, sino solo singular?



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