Mercat
de les Flors, 1 de novembre de 2012
Sâlmon
2012, Talents Europeus en Moviment
Con
el aval que significa haber obtenido The Place Prize 2011
londinense, se presentaba Lost Dog en la nueva programación Sâlmon
2012, ciclo que inicia temporada en el Mercat de les Flors. Dos
piezas de entre una selección de artistas emergentes europeos, en el
marco del Modul Dance y que el espacio barcelonés coordina.
Su intención, a contracorriente, como insisten hasta la saciedad en
la campaña publicitaria, es destacar esa labor frecuentemente
ignorada por las grandes estructuras dancísticas del continente y
que lleva incorporado en su ADN la apuesta por crear nuevos
lenguajes. Aunque, dicho sea de paso, no sé si me atrevería a decir
que resulte tan radical, habida cuenta que se hace en un teatro
dedicado a lo contemporáneo en las artes del movimiento como es éste
y con una pieza premiada por una casa de formación de prestigio en
la materia como es aquélla. Supongo que en los márgenes aún queda
mucho por descubrir. Y si bien la programación es interesante, no sé si es toda la posible. Ni
siquiera si se trata de la mejor selección, ni si todos los artistas
tienen las mismas facilidades para mostrar su trabajo. Pero éste es
otro tema al que algún día deberemos dedicarle un rato de
reflexión...
El fracaso como oportunidad
Dos
arrastran hacia un final las imposibilidades que produjeron en su
trayecto: It
needs horses,
la pieza premiada a la que nos referíamos. Algo que se acaba
(frecuentemente) dice más de lo que se escribió
durante su proceso, que no del punto de llegada. Quizás de haber
estado más atentos a los silencios, hubieran podido ocuparlos de
sentido. Ésa es la principal evocación del dolor producido en los
proyectos finalizados: dónde encontrar las causas que llevaron al
desastre a aquellos sueños. En este caso, una pista de circo en la
que una miedosa acróbata no encuentra la manera de bajar del
trapecio, mientras su compañero aún la desea y se resiste a aceptar
el final patético y desalmado de un espectáculo que tiene que
implorar el aplauso y el dinero de su público.
lostdogdance.co.uk |
La
coreografía de Ben Duke y Raquel Meseguer pone el acento en la
decadencia de ese final, aunque impulsados por la oportunidad que
genera. Todo fracaso es una magnífica ocasión para volver a
empezar. Y si bien Adán y Eva pecaron (en la referencia bíblica
podemos situar el estudio de la pieza); fue ése y no cualquier otro
el origen de la vida tal y como la conocemos. Una idea que
Christopher Evans y Anna Finkel interpretan con una sincronía
efectiva y translúcida, creando una indiscutible empatía para con
unos personajes que en otras manos hubieran resultado vulgares y
extemporáneos. Y todo plagado de excelente humor negro. Magníficas
de evocar la imagen del caballo y su jinete en plena doma; o la de la
batalla en el suelo entre las fuerzas brutas de dos cuerpos que
ejercitan su pasión desde el amor y el odio.
La oportunidad como fracaso
No
sería necesario, pero Home
for broken turns
bien podría ser entendida como el segundo capítulo de aquella
historia. Viene precedida por una breve introducción, en la que las
bailarinas (cinco en este caso) van construyendo lentamente el
contexto de la escenografía: un rancho en el desierto mexicano
podría servirnos como imagen. Ése es un momento muy creativo, que
da pistas de la simplicidad pero efectividad de las ideas con las que
se manejan en Lost Dog Dance: unos tablones, la imagen de un gallo y
una valla construida con delicadeza son más que suficientes para
ponerse en situación. La misma capacidad con la que desde la
expresividad de la gesticulación, las onomatopeyas, los gritos y las
proximidades de los cuerpos (recordemos que es una compañía que
trabaja en el ámbito de la danza-teatro) sirven al propósito
central de la pieza: transmitir la calma con la que los afectos
reconstruyen el dolor que produjeron los desafectos. O lo que es lo
mismo: cómo en los espacios íntimos (la familia, por ejemplo,
aunque suene a conservador de la mano de una compañía como ésta) se puede transformar el dolor de lo vivido, en esperanza. Al menos
aquella en la que (como en este caso) de lo que se trata es de
aceptar, que no de cuestionar.
Todo
ello trabajado desde movimientos amplios, profusamente extravertidos,
de experiencias humanas que van desde lo introspectivo hacia lo
expresivo e interpretados por Lise Manavit, Laura Pena, Ino Riga,
Solène Weinachter y nuevamente Anna Finkel (la hija pródiga, con el
mismo atrezo que en la anterior pieza) en una conjunción y exactitud
brillantes. Sin olvidar de mencionar la puntual aparición de
Christopher Evans, también en el mismo papel que en la primera
parte. Esos detalles y la hilarante escena de cómo se ejercita la
doma del caballo que una de las bailarinas explica con un juguete
son figuras que invitan, como se decía, a relacionar las dos piezas
presentadas.
En
suma, un ejercicio de optimismo, displicente con lo textual al uso,
lleno de aciertos y brillantemente ejecutado.
…...
Os
invito a leer más sobre estas dos piezas y descubrir un crítico de
danza que me apasiona por la exactitud con la que recrea los
espectáculos que comenta y que escribió en agosto de este año:
“Whatever
is going on has less and less to do with a desperately failing circus
act and more to do with laying bare the emotions coursing behind the
makeup and costumes: the frustration, the sexual energy, the passion,
the madness, the fading dream.“
Lost Dog’s circus diptych at the Almeida Festival by Nicholas Minns
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