07/02/2020 Festival Sâlmon - Mercat de les Flors
© Antonio Navarro Wijkmark |
La puta liberada
La historia bíblica de María Magdalena es la de la mujer en falta. Un clásico del trato que ese texto dedica a la posición femenina. Desde Eva, la fundadora del linaje, siempre a la espera de salvación, que por supuesto viene de la mano de un ser masculino de probada belleza. Ahí está esa antigua ramera, la única entre los discípulos de Jesús, siguiendo sus dolorosos pasos hasta la cruz.
Bárbara Sánchez se fijó en esa circunstancia y como si de una reivindicación se tratara, reconstruye ese imaginario en su nueva producción: Várvara. Una chica que se contorsiona al ritmo bakala, tatuado su cuerpo de las insignias de aquel amour fou, no sabemos si nunca satisfecho.
Siempre resulta singular observar la coreógrafa y bailarina sevillana: con un torrente de pulsión y su determinación. Recrea un personaje nuevo, liberado. Aunque es bastante probable que se trate de algo más profundo: hay todo un imaginario en la pieza que remite a una actitud beata, de ritual y repetición que en determinados contextos culturales es fácil de reconocer. Este es uno de los aciertos más destacados: la (re)apropiación del simbolismo.
Por otro lado, y aunque los textos recitados, a veces, tengan algo de evidentes o son excesivamente crípticos, en otras ocasiones; hay un intento evidente de rasgar en la herida inconmensurable que genera el espacio entre feminismo y voto de obediencia eclesiástico. Elementos que se encarga de evidenciar que puedan tener su correlato, por antagónicos que nos parezcan. El secreto está en algo que por evidente, ni siquiera aparece en una sola frase del texto bíblico y que Bárbara asume sin complejos: es una mujer enamorada.
De ahí a la locura solo media un paso. Y es donde la performance encuentra su éxtasis, cuál misticismo laico, en una capacidad expresiva y de dibujo de la desesperación que la artista despliega magistralmente en el fragmento final de la obra.
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