Balleto
di Siena
Centre
Cultural Terrassa, 14 de novembre de 2015
Escucha
activa
Delimitemos la experiencia: ¿es posible actualizar el lenguaje del ballet clásico y hacerlo más popular? O mejor aún: ¿cuánto tiempo más va a tardar en comprender la ortodoxia que sin necesidad de renunciar a sus principios básicos es posible conectar con el público contemporáneo? Bueno, pues la respuesta es un depende...
Centre Cultural Terrassa: lleno total. La labor que este centro está llevando a cabo en favor de la promoción de la danza es de las que merecen premio. Quizás como se trata de un centro privado, nadie lo ha propuesto: es la 32 temporada que tejen un programa exquisito, al alcance de cualquier bolsillo y siempre con un compromiso de escucha activa hacia su público. A lo mejor todo no son aciertos aplastantes, pero sí inteligente constancia: su mayor valor.
Todo consiste en saber a qué renunciamos y, sobretodo, por qué lo hacemos. Y desde luego si es para llegar a algún lado. El Balletto di Siena lo explica muy bien en su material promocional: creado el 2011 y dirigido por Marco Batti quieren “superar la categorización clásica y contemporánea” de la danza. Ahí es nada: el eslabón perdido entre aquella tradición incólume y el arte de nuestros tiempos. Les espera más de una crítica feroz, supongo que ya cuentan con ello...
Desgranemos por partes: empecemos por lo más perverso, eso de la técnica y todos esos argumentos conservadores. Como si bailar consistiera en un buen fondu. Hasta el suelo, lugar común de lo contemporáneo. Solo por levantar el vuelo después, esa obsesión tan romántica de nuestra decadente civilización. Debe de ser por el minuto de silencio que el teatro dedicó respetuosamente a Francia, de donde son dos de los bailarines de la compañía. Desde luego nada hay más oscuro que negarse a cambiar. Pero a los ojos de los muchos niños y jóvenes que asistían al espectáculo la noche del sábado en Terrassa: ¿de verdad se creen que ese gesto bailado a la antigua, por sí mismo, tiene significado alguno para esas generaciones? Pero pese a todo, el Balletto di Siena lo tiene: su nivel técnico es impecable, casi frío de tanta perfección. Nada que objetar para la vieja escuela. Así se oía en los comentarios entre el público.
Sigamos por lo menos entusiástico: la historia. Una adaptación de la ópera de Giacomo Puccini, con su celebre aria “Un bel di vedremo”. Realmente lo único fácilmente reconocible de la adaptación musical con la que juegan en esta Butterfly. De nuevo es un acierto: las lágrimas se reservan para el momento cumbre. Lo demás es un cuento, imposible de comprender a nuestros ojos: una “geisha”, la colonización americana, el amor sufridamente trágico, el desprendimiento... En fin: un relato solo apto para amantes del “gore” emocional. ¡Naturalmente que hemos de poner en cuestión en pleno siglo XXI esa mujer siempre dispuesta a cualquier forma de maltrato por conservar un estatus al que es sometida! Y es que lo que impugna aquel estilo de baile clásico no es siquiera su propia disciplina, sino al servicio de qué matriz cultural prestaron aquellos cuerpos.
Y acabemos por lo más difícil: ¿se deba actualizar el lenguaje del ballet? La respuesta es un sí rotundo, por supuesto. Lo demuestra el Centre Cultural de Terrassa combinando estilos y estrategia en su programación. Lo lleva a cabo esta joven compañía: desenredando lo antiguo, mostrando de ello lo más esencial y presentándolo como si de un juego se tratara. Esta danza en escucha activa es futuro público entusiasta. Y eso lo saben bien porque han decidido romper las barreras invisibles, convencidos que sólo existe una forma de bailar: ahora y en este tiempo, en lo contemporáneo.
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