English National Ballet
Directora artística: Tamara Rojo
Tamara Rojo / Isaac Hernández / James Streeter
Gran Teatre del Liceu, 17 de setembre de 2015
Publicat al portal de crítics Recomana.cat
Foto: Annabel Moeller |
Canon
de perfección
La
recuperación que Tamara Rojo, como directora artística, está
haciendo de algunas coreografías y, sobretodo, del espíritu del
ballet clásico es una de las cuestiones más problemáticas de su
trabajo en la English National Ballet. Entendamos aquí por
“problema” no cómo algo negativo, en su acepción popular de
dificultad, sino como todo lo contrario: una cuestión a resolver,
algo que es un reto, un impulso, y por lo tanto un estímulo. Porque
gozar (sólo puede emplearse esta palabra) de la versión de Derek
Deana, basada en la de Marius Pepita & Lev Ivanov, de El Lago de
los Cisnes no es para nada ningún tipo de contratiempo, pero sí
que nos enfrenta a una cuestión acuciante en un país como el
nuestro en el que el ballet tiene un público fiel -y ejemplo de ello
es que se han vendido todas las localidades para las cinco funciones
del Liceu- pero no estoy seguro si dispone de una base popular
suficiente. Y muy especialmente en una ciudad como Barcelona con
tantos aficionados a la danza contemporánea.
Tres
elencos de lujo se han encargado de poner la pregunta sobre el
escenario de la Ramblas: el de Tamara Rojo e Isaac Hernández en los
roles protagonistas, el jueves y sábado. Su paso a dos en el segundo
acto, en el lago, es una auténtica lección de estilo y técnica,
sobrepasada por la extrema emoción y delicadeza con la que abordan
respectivamente a Odette y el enamorado Príncipe Sígfrid, que cree
haber encontrado fuera de las paredes del castillo el verdadero amor,
aún sin sospechar cómo el destino le jugará esa mala pasada en
forma de cisne negro. La inspiración es algo tan intangible, que la
perfección de estilo nunca podría substituir. Así se explica en el
libro de mano de la función de estos días. Pero convendrán conmigo
que sin ese don, ni la mejor gestualidad podría hacernos ver mucho
más que unos cuerpos perfectos en movimiento, algo que lejos de
constituir arte es simplemente disciplina.
Pues
bien: esa es la cuestión de esta versión brillante, entusiasta, con
un cuerpo de baile con el mismo valor que sus solistas y una orquesta
que, aunque estuvo un algo precipitada en el primer acto, supo
encontrar el tono adecuado el resto de la velada. ¿Recuperar esa
tradición en ballet tiene que ver con volver a ese régimen de lo
perfecto como manifestación propia o es una suma entre aquella
notación que cincelaba a rojo vivo los cuerpos de sus bailarines y
el contagio con el entusiasmo de lo bailado contemporáneamente?
Porque de algo no hay duda: aunque pudieran reproducir hasta el
mínimo detalle cada segmento de una obra tan conocida como es El
lago de los cisnes y fuese posible retroceder a ese idealizado
final del siglo XIX y principios del XX, la mirada del espectador
actual está atravesada por un imponderable que es la imagen en
movimiento (y sus derivadas). Algo que nunca nos permitirá ver la
ejecución de los bailarines como la vivieron en su tiempo Chaikovski
y Pepita. Y
eso es suficientemente importante como para no olvidarlo en una
empresa como esta.
Afortunadamente,
en esta versión de la English National Ballet parece que se ha
tenido ese extremo en cuenta, salvo en un par de ocasiones como la
teatralidad de los personajes relatándose cosas sin palabras, o la
escenografía demasiado exultante en el tercer acto del palacio real,
y que no resulta fácil en contraste con el gran acierto que supone
el humo y una luna llena al fondo con los que representan de manera
sintética y efectiva el entorno del humedal en el que están
condenados al hechizo. El lago de los cisnes de la compañía
capitaneada por Tamara Rojo despeja algunas de las incógnitas
mayores de cómo transmitir la tradición a las generaciones actuales
de espectadores, centrando su esfuerzo en una interpretación que el
público supo loar y agradecer en la función del jueves, pero aún
no ha resuelto definitivamente el problema del encaje de ese ballet
estrenado el 1895 y que pugna por no dejarse arrastrar en el olvido
en nuestros días.
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