diumenge, 10 de març del 2013

Lowland - Fase 1

Concepte i creació: Roser López Espinosa
Creació i dansa: Guy Nader, Roser López Espinosa
Música original: Ilia Mayer
Disseny il·luminació: Katinka Marac
Assessorament dramatúrgia: Raquel Tomàs
Mercat de les Flors, 10 de març de 2013

Lo cierto es que Ícaro logró volar. Aunque de aquella hazaña solo quede en el recuerdo su final. Se acercó demasiado al sol. Y en el fundirse de sus alas, se nos arrebató también el orgullo de la proeza. Solo, y abandonado en su locura, se precipitó en la inmensidad del mar. Creo que ningún artista lo supo entender mejor que Pieter Bruger el Viejo, pintor belga del siglo XVI, que situó al héroe en su tesitura, mientras era ignorado colectivamente en el Paisaje con la caída de Ícaro. Será que en nuestros tiempos lo inaudito lleve nombre de coreógrafa. Ser mujer y bailarina es una suerte de imposible que Roser López Espinosa convierte en celebración. Y al abrigo del 8 de marzo, se estrenó y presentó por 3 días en el Mercat de les Flors su primera pieza larga: Lowland - Fase 1, bailada con Guy Nader. La fantasía de volar, como hilo conductor.





La obra se abre con Roser batiendo los brazos. Feliz y resolutiva. Como lo hemos visto hacer en las aves jóvenes, que con impetuosos movimientos y enérgicos impulsos van aprendiendo a alzar el vuelo. Al poco le acompaña Guy, bailarín de semblante circunspecto y profundo compromiso. Los dos acompasados, aunque cada uno con su propio ritmo. Volar es un esfuerzo individual. Aprender a hacerlo, un valor compartido. Se trata de un mínimo de 10 minutos de estricta tenacidad física, con la música de Ilia Mayer, que lleva incorporada la cadencia del metrónomo en su interior. Ceden por fin a semejante desafío y en la segunda sección se encuentran exhaustos, estirados en el suelo, en un juego de contactos que la flexibilidad de Roser y la fuerza de Guy convierten en ánimos mutuos para seguir intentándolo; arrastrándose por los suelos; empujándose a reiniciar el laborioso ímpetu preciso; sujetando entre los dos la voluntad desfallecida de cada uno. Acaba esta segunda sección con una bella imagen de un zoótropo proyectando en la pared un grupo de aves. Regresan a la acción, correteando por el escenario, provocándose en múltiples tesituras de juegos, compartiendo las ansias por volar.


Y como en el óleo de Bruger, en una última escena iluminada por el azul del mar, quizás porque la caída sea el misterio del paisaje interior de cada uno, tal y como en el extremo inferior derecho de la composición del pintor vemos al Ícaro solitario, ése que logró volar, también alguien remotamente desde una perdida roca podrá escribir la proeza que significa ver a estos artistas, volar bailando.


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