diumenge, 10 de febrer del 2013

Kunts der Fuge


Ballett am Rhein Düsseldorf Duisburg
Gran Teatre del Liceu, 9 de febrer de 2013

Moderno es aquello que encuentra la medida justa entre el tiempo que acaba de discurrir y el tiempo por venir” 
Jean Clair: La responsabilité de l'artiste

Con la mirada del ahora

La música de Bach se puede vivir más como un estado, que como una emoción. En el ámbito de lo sensible actúa como lo hace un bálsamo en las heridas del pensamiento; mientras que en la transmisión de sentido se sitúa cercano al silencio. De ahí su magnitud porque siendo instrumento, acaba convirtíendose en finalidad: estar ahí, en el ahora de su experiencia, mucho más que sentir aquí. O almenos es así como puede ser vivida.

Quizás algo de todo esto tuvo presente el coreógrafo suizo Martin Schaläpfer cuando en el 2002 preparaba su trabajo para el Ballett am Rhein Düsseldorf Duisburg. Lejos de (re)interpretar El Arte de la Fuga de Bach, buscaba saber. Porque aunque emoción sea el sujeto de vida, su infinitivo es el verbo estar. Y el barroco, con sus derivas clásicas, es -como tantas cosas- un inasible para nuestros tiempos. Mientras que el tránsito por los dibujos, las figuras y los movimientos que transmite aquella música (especialmente en este presente agotado) puede que sea una aproximación más exacta al estado fronterizo entre el silencio y lo sensible.

En la primera parte de la pieza, en un acercamiento más juguetón, sin excesivas ínfulas, de bailarines solistas que se dejan llevar por una cierta candidez con la que esa música les acompaña. Todos precisos ejecutantes, en composiciones de trazos expresamente irregulares, acordes con el sentido más aproximado que el movimiento del Barroco (según cuentan en el programa de mano) debió tener para su época. Sin más intencionalidad que la de llevar a cabo instantes, bailar y proyectar una feliz sensación de estar vivo.

En la segunda sección, algo más graves, manifiestamente resueltos a fraguar, hasta las últimas consecuencias, esa transformación de lo que Bach podría haber dicho sobre su música si también hubiese sabido bailar. Dudo -en respuesta a una afirmación que leía hace poco- que le hubiera convertido en mejor músico; pero seguro que hubiera entendido esta apropiación desacomplejada que el Ballett am Rhein Düsseldorf Duisburg ha hecho de sus Fugas.

Y no porque la música necesite ser complementada por ninguna imagen, y de ellas hay un inmenso repertorio en esta obra, a camino entre lo contemporáneo y la técnica más clásica. Más bien porque es imposible separar el sentir, del vivir. Como lo es el silencio, de los cuerpos que danzan.


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