13 de setembre
Dansalona 2012
Por descontado...
Quizás se trate
sólo de una inferencia del alma. Quiero decir que ese espectador,
sujeto activo a la par que observador, se ve forzado a conjugar lo
interpretado, en su interior. Y eso suele ser traicionero a la hora
de describirlo. O se deja llevar por la admiración y el
reconocimiento por una técnica de valor superlativo, como es el caso
de esta compañía. O simplemente se libera del todo y reconoce su
incapacidad para decir nada más. Y aún peor si de lo que se trata
es de contar que es menos, porque quizás esa noche, en esa sesión,
a lo mejor por factores que nada tienen que ver con el espectáculo,
con dificultades logró entender ni siquiera de qué iba el juego. Y
eso, por subjetivo, debería quedar reservado al ámbito de lo
privado... Pero así viví (honestamente) el aterrizaje de la energía
desbordante de esta compañía afroamericana: en la contradicción de
saberme afortunado de poder vivir en directo una experiencia que en
lo físico, visual y efectivo es digna de reseñar como de las más
intensas de los últimos meses; a la vez que podía medir con
precisión la desconexión entre mi sentir y su vivir.
En la primera
parte del programa presentaron Festa Barocca,
con música de Georg Friedrich Haendel. Se trata de una sucesión de fragmentos,
protagonizados por distintas composiciones: algunos de los duetos más
sensibles de la velada y cualquiera de las demás combinaciones
posibles (solos, cuartetos y algunos momentos con toda la compañía).
Tomados aisladamente: una experiencia de gran belleza, aderezada con
un vestuario colorista y que jugaba un papel determinante en las
piezas (obra de Marc Happel). En su conjunto, de todas maneras, no
presentaba más unidad que alguna simpática broma para con el
espectador y, muy destacado, una felicidad de movimientos que
contagian con una facilidad desbordante.
La
segunda parte estuvo dedicada a una de las obras más destacadas de
la compañía: Revelations.
Un homenaje sincero a cuantos hombres y mujeres sufrieron la
ignominia de la esclavitud. Precedida de Love Stories,
en la que los bailes modernos de la calle protagonizan la pieza. Hay
en ambas composiciones una entrañable fusión entre danza popular y
las tradición musical más genuinamente norte-americana: entre los
musicales y el gospel; a camino entre el hip-hop y el expresionismo.
La mezcla de estilos, músicas, fragmentos y protagonismos es tan
acusada, que despista más que facilita, porque no se trata de un
mestizaje sino más bien de un repertorio de infinitas posiciones y
ejecuciones que en nada favorecen una comprensión global.
Rendido
a la perfección técnica, no es de extrañar una clamorosa ovación
por parte del público del Liceu, que culminó en un (infrecuente)
bis. Pero creo sinceramente que la velada no aportó a ese clamor ni
un elemento de reflexión, ni siquiera en la pieza más emblemática
de la noche. Porque cuando la intención es mostrar, queda cerrada la
posibilidad del pensar. Y ese el peor defecto del repertorio de estos
días en el Liceu: ¡Por descontado que la perfección técnica es
precisa! Pero también al alma (oculta) de un espectador, de
entre tantos otros, que estos días aplaudirán a rabiar (y con toda
justicia) la Alvin Ailey ® American Dance Theater en Barcelona. Y
esa inferencia del alma simplemente no está (así lo viví yo) entre los
intereses de lo mostrado estos días...
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada