dissabte, 15 de setembre del 2012

Alvin Ailey ® American Dance Theater

Gran Teatre del Liceu
13 de setembre
Dansalona 2012

Por descontado...


Quizás se trate sólo de una inferencia del alma. Quiero decir que ese espectador, sujeto activo a la par que observador, se ve forzado a conjugar lo interpretado, en su interior. Y eso suele ser traicionero a la hora de describirlo. O se deja llevar por la admiración y el reconocimiento por una técnica de valor superlativo, como es el caso de esta compañía. O simplemente se libera del todo y reconoce su incapacidad para decir nada más. Y aún peor si de lo que se trata es de contar que es menos, porque quizás esa noche, en esa sesión, a lo mejor por factores que nada tienen que ver con el espectáculo, con dificultades logró entender ni siquiera de qué iba el juego. Y eso, por subjetivo, debería quedar reservado al ámbito de lo privado... Pero así viví (honestamente) el aterrizaje de la energía desbordante de esta compañía afroamericana: en la contradicción de saberme afortunado de poder vivir en directo una experiencia que en lo físico, visual y efectivo es digna de reseñar como de las más intensas de los últimos meses; a la vez que podía medir con precisión la desconexión entre mi sentir y su vivir.

En la primera parte del programa presentaron Festa Barocca, con música de Georg Friedrich Haendel. Se trata de una sucesión de fragmentos, protagonizados por distintas composiciones: algunos de los duetos más sensibles de la velada y cualquiera de las demás combinaciones posibles (solos, cuartetos y algunos momentos con toda la compañía). Tomados aisladamente: una experiencia de gran belleza, aderezada con un vestuario colorista y que jugaba un papel determinante en las piezas (obra de Marc Happel). En su conjunto, de todas maneras, no presentaba más unidad que alguna simpática broma para con el espectador y, muy destacado, una felicidad de movimientos que contagian con una facilidad desbordante.

La segunda parte estuvo dedicada a una de las obras más destacadas de la compañía: Revelations. Un homenaje sincero a cuantos hombres y mujeres sufrieron la ignominia de la esclavitud. Precedida de Love Stories, en la que los bailes modernos de la calle protagonizan la pieza. Hay en ambas composiciones una entrañable fusión entre danza popular y las tradición musical más genuinamente norte-americana: entre los musicales y el gospel; a camino entre el hip-hop y el expresionismo. La mezcla de estilos, músicas, fragmentos y protagonismos es tan acusada, que despista más que facilita, porque no se trata de un mestizaje sino más bien de un repertorio de infinitas posiciones y ejecuciones que en nada favorecen una comprensión global.

Rendido a la perfección técnica, no es de extrañar una clamorosa ovación por parte del público del Liceu, que culminó en un (infrecuente) bis. Pero creo sinceramente que la velada no aportó a ese clamor ni un elemento de reflexión, ni siquiera en la pieza más emblemática de la noche. Porque cuando la intención es mostrar, queda cerrada la posibilidad del pensar. Y ese el peor defecto del repertorio de estos días en el Liceu: ¡Por descontado que la perfección técnica es precisa! Pero también al alma (oculta) de un espectador, de entre tantos otros, que estos días aplaudirán a rabiar (y con toda justicia) la Alvin Ailey ® American Dance Theater en Barcelona. Y esa inferencia del alma simplemente no está (así lo viví yo) entre los intereses de lo mostrado estos días...

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada