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Compagnie Marie Chouinard

Mercat de les Flors, 4 de juliol de 2012

Festival Grec de Barcelona

Foto: Marie Chouinard

Quan el Prometeu encadenat, per causa d'haver robat el foc sagrat i haver-lo fet arribar als homes, volia justificar davant Zeus aquella acció, contestava que també els havia donat les vanes esperances de controlar-lo. Aquell origen mitològic de l'aparició de la Tecnologia en els afers humans, i les conseqüències del seu descobriment, ha acompanyat per sempre la història de la humanitat: perquè mentre envoltem la dèbil biologia amb la què se'ns ha constituït de tot l'instrumental necessari per evitar passar fred, per fer possible desplaçar-nos, per aconseguir alimentar-nos o per protegir els més menuts; anem fent inviable el moviment originari d'una espècie, prou intel·ligent per garantir la seva supervivència, però prou estúpida com per destruir irrevocablement el medi que ha anat ocupant aquest sospir de temps còsmic en què ha colonitzat la Terra.

Tota aquesta reflexió ve arrel de l'espectacle inaugural de dansa del Grec 2012. Una proposta precedida de tants elogis com crítiques en el seu pas per diferents indrets del món: ballarins sotmesos a limitacions tecnològiques diverses, apèndixs de braços i cames bàsicament, amb els què tot constrenyent el propi cos i els lliures moviments, es genera una sinergia de noves construccions del gest, amb els arnesos, les crosses, els tubs mantinguts a la boca, les puntes de la ballarina clàssica i les faixes. Tot plegat en una estètica que pretén ser un pèl provocadora, a voltes contrària al bon gust tradicional i una punyent opció funcional sobre les possibilitats dels cossos, més enllà de la seva constitució orgànica.

Foto: Marie Chouinard

En el transfons, les Variacions Goldberg de Johann Sebastian Bach, peces publicades el 1742 per a les nits d'insomni del Comte Kaiserling, que no eren res més que exercicis de pràctica per a clavicordi. En versions remasteritzades per a l'ocasió fins a la sacietat, arribant al punt que resulta quasi impossible distingir la melodia clàssica d'aquella Ària de variacions diverses. Exactament igual que passa amb aquesta proposta de dansa de la coreògrafa canadenca Marie Chouinard: sense cap altra pretensió narrativa, s'explora els límits de les mil maneres com els cossos queden limitats pels diversos artefactes amb què lliguen, capturen, limiten i amputen llurs extremitats. Un exercici exquisidament acurat des del punt de vista de la tècnica exigent i mil·limetrada dels seus ballarins; com supèrfluament exagerada en la seva durada, fins quasi acabar amb els escassos recursos de resistència amb els què el públic assisteix impassible als sorolls guturals, els vols en rasant amb els arnesos o els caminadors amb els què els nois i noies de la companyia van apareixent en escena. Llàstima, perquè d'haver-se clos en la primera part, només afegint-hi la imatge final de la segona, estaríem parlant ara mateix d'una peça absolutament rodona.

Foto: Marie Chouinard

En tot cas, i aquesta és la gran reflexió de l'obra, no deixa de ser curiós que mentre hem anat sobrevivint la limitada essència del cos enfront d'una natura desbordada de perills, hem anat limitant-lo de llibertat de moviments. I això és precisament, en el contrast amb la perfecció tècnica, escultural i de gest dels ballarins de la companyia, el que es recorda en aquesta obra: com són de vanes les nostres humanes esperances!

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CARMEN DEL VAL
El País, 5/VII/2012

 Un dominio envidiable de la técnica clásica y de la contemporánea 

Bello, cruel y frío son algunos de los adjetivos que merece bODY_rEMIX/Goldberg_vARIATIONS, de la canadiense Marie Chouinard, sin duda el espectáculo más esperado de la programación de danza del presente festival Grec, que arrastró al espectador del entusiasmo a la decepción a lo largo de casi dos horas pero nunca apagó su interés por lo que sucedía en escena. La Compagnie Marie Chouinard es uno de los grupos más importantes de danza contemporánea, con una agenda de trabajo repleta de compromisos a largo plazo. 

Tuve el privilegio de ver su espectáculo Orfeo y Eurídice en el Festival de Salamanca de 2010 y, al igual que entonces, Chouinard sorprende por su ágil forma de entrelazar la danza clásica con la contemporánea a través de un vocabulario muy vital y enérgico, siempre marcado por un erotismo ortopédico que crea añadiendo a los bailarines objetos; si en bODY_rEMIX/Goldberg_vARIATIONS son muletas, bastones, tacatacas y zapatillas de punta, en Orfeo y Eurídice era los zapatos de plataforma y de tacón muy alto, además de los enormes penes ficticios. 

En esta ocasión la Chouinard no logra efectos tan espectaculares como en aquella, aunque existen los fragmentos brillantes a lo largo del espectáculo. La escenografía diáfana, el vestuario en tono pálido y el abuso del metal, además de la falta de una dramaturgia potente, convierten lo que sucede en escena, por bello que parezca, en una pieza de hielo. A la obra la falta corazón. 

La intención de Chouinard es crear un paisaje imaginario en cada una de sus obras. Aquí, presenta los diferentes elementos como un impedimento para vivir o bailar, pero también como una ayuda para sobrevivir tras un accidente. El mensaje está claro: debemos vivir en una sociedad articulada, es decir, organizada, pero ello coarta la libertad individual. La idea es atractiva y su plasmación bella, pero le falta raíz, queda frívola su exposición. 

Hay fragmentos a lo largo del espectáculo que resultan fascinantes, por ejemplo el baile de grupo en que los bailarines solo llevan calzada una zapatilla de punta y el otro pie desnudo. O cuando se ponen las zapatillas de punta en la mano y sus brazos elevados se convierten en cisnes. Los 10 bailarines, cinco hombres y cinco mujeres —ellas poseedoras de un gran atractivo—, tienen un dominio envidiable de la técnica clásica y de la contemporánea. 

En cuanto a la música, Chouinard solo utiliza las Variaciones Goldberg en una pequeña parte del espectáculo. El resto es música original de Louis Dufort, su colaborador musical desde hace 15 años, quien ha realizado su propia creación a partir de la música de Bach.

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Roger Salas

El País, 11/11/2012

Cuando Marie Chouinard (Canadá, 1955) presentó en junio de 2005 esta obra en la Bienal de la Danza de Venecia, tuvo un notable impacto. Distaba ese éxito europeo a poco del estreno mundial, ocurrido el mismo año, y obtenido en la idea de seguir ahondando en una visión de corte animalista cercana al bestiario; con esas progresiones corales que emergían de su propio acervo de solos (lo que le dio fama universal y justificado prestigio) le permitió tocar techo e incluso pasarse un poco de rosca.

Body remix necesitaría un trabajo de síntesis (como el que aplicó en 2008 para la versión filmada). En 2005 la aplaudí con reservas en Venecia, pero hoy la veo envejecida y verificando que el tiempo ha pasado como apisonadora sobre la pieza en dos actos donde se oyen, a veces, unas ráfagas de Glenn Gould al piano tocando las Variaciones Goldberg y su voz maltratada por ciertos experimentos electroacústicos o de sintetizados  más bien gratuitos y cargantes.

Hay que aclarar que toda relación con el ballet académico es puramente casual hasta lo ficticio. Que aparezca en escena una profusión de zapatillas de puntas huérfanas, negras o rosadas junto a algún tutú, no quiere decir nada más allá de lo decorativo. Y es muy evidente que no hay en la intención ni en el material profundización alguna en la técnica académica. De hecho, la mayoría de los artistas se maneja con bastante torpeza en el terreno sur les pointes. Es solo un reiterado juego plástico.

Quizá a Marcel Duchamp, que se apasionaba lo mismo con un tibor, un urinario o una botella de vino (llena), esta obsesión por la parafernalia de muletas, arneses, tacatacas y toda una sinfonía ferretera lo habría fascinado. Chouinard economizó en vestuario, pero se lo gastó todo en aluminio y artilugios mecánicos que no siempre ayudan; y hay quienes han querido ver alusiones sexuales, más o menos explícitas, en el uso de los bastones de diverso tamaño y colocación, pero eso es secundario.

El baile resulta ecléctico, excesivamente acrobático hasta lo circense y alambicado. Hay momentos muy conseguidos, algunos de belleza en el dibujo indudable y otros de buena ejecutoria (el lavatorio de pies, las barras paralelas), pero estos se pierden en un todo alargado en el tiempo y al que la manipulación sonora perturba ostensible y machaconamente