SAT Teatre, 21/02/2025
Nada mejor, para montar este puzzle, que el movimiento en danza con música en directo. Electrónica, mayormente. No nos cansaremos de reivindicar que así se baila mejor, que el sonido enlatado no suma y que necesitamos espectáculos vivos. Porque los cuerpos, en su esfuerzo expresivo, respiran autenticidad. Justo lo que se reivindica en este espectáculo: la validez de todo gesto, enfundado en un presente en el que nadie debería ser juzgado por su aspecto, sino por sus actos. Todo esto, junto al juego de luces, una estructura reflectora en el techo y un espejo rectangular en el que reflejarse. Provocando un juego estético de lo más sugerente, pues permite al espectador ser parte activa del conjunto. Pese a que el escenario del SAT! Teatre acaba siendo pequeño para tanto objeto junto: los instrumentos, los focos, los mismos intérpretes. Casi no queda espacio para desarrollar nada más que un par de dúos y un solo que interpreta Helena Gispert, con esa precisión magnética con la que se mueve. Excepto cuando Miquel Barcelona logra agrupar todo el elenco, en los escasos momentos corales, sin más distinción: hombres y mujeres de idénticas capacidades, en la diversidad de sus formas.
"Utopía" es una suerte de contenedor en el que todo se encuentra, desde esa postura de mezcolanza tan del gusto de este creador. Cada día más acertado en el juego vocal, con más técnica. Siempre comprometido con los grandes temas a los que nos enfrentamos como sociedad y desde posturas claras, diáfanas. Y empecinado en una voluntad (que a veces parece, precisamente, imposible) de vivir de la danza y para ella.
UN PRESENTE, QUIZÁ IMPOSIBLE
Miquel Barcelona es un artista ecléctico, siempre comprometido, y de naturaleza esperanzada. No podría ser de otra forma en un ecosistema de danza como el nuestro, en el cual mantenerse es una especie de milagro. Tanto que invita a pensar que de verdad la "Utopía", título del nuevo espectáculo que ha estreando ancohe en el SAT! Teatre de Barcelona (con funciónn adicional esta noche), es posible. Aunque todos sabemos de sobras que no es así: que es inalcanzable y que todo esfuerzo es en vano. O quizás no tanto, porque el solo atrevimiento a plantear sobre el escenario temáticas sociales y hasta políticas, como ha hecho en otras ocasiones, fortalece aquellas locas esperanzas de poder controlar el presente. Incluso frente a un auténtico incendio social como el del culto al cuerpo y su peor derivada, la exclusión hacia quien no cumple con los patrones predominantes. Temática sobre la cual trata esta nueva pieza, con poesía, música en directo, canto y movimiento. Lo que da buena cuenta de la versatilidad de la compañía, pues empezando por él mismo, todos se manejan con soltura en esas artes.
La suma de aquellos esfuerzos, da como resultado un mensaje con diversas capas, lanzado como interrogación al espectador. Es a quien corresponde conjugar todos esos verbos, pues no es intención del grupo resultar adoctrinador. Esa falta de pretenciosidad se embarra de vez en cuando en un texto algo complejo, en castellano; o en las letras bellas, pero imprecisas de las canciones, en esta ocasión en catalán. Otro ejemplo más de ese bilingüismo creador desde el cual se desarrolla la vida en la ciudad. Todos son llamados, sin exclusión, a libres múltiples lecturas que tienen un encaje en el tercio final de la obra, en el que abiertamente se trata sobre la temática central.
Nada mejor, para montar este puzzle, que el movimiento en danza con música en directo. Electrónica, mayormente. No nos cansaremos de reivindicar que así se baila mejor, que el sonido enlatado no suma y que necesitamos espectáculos vivos. Porque los cuerpos, en su esfuerzo expresivo, respiran autenticidad. Justo lo que se reivindica en este espectáculo: la validez de todo gesto, enfundado en un presente en el que nadie debería ser juzgado por su aspecto, sino por sus actos. Todo esto, junto al juego de luces, una estructura reflectora en el techo y un espejo rectangular en el que reflejarse. Provocando un juego estético de lo más sugerente, pues permite al espectador ser parte activa del conjunto. Pese a que el escenario del SAT! Teatre acaba siendo pequeño para tanto objeto junto: los instrumentos, los focos, los mismos intérpretes. Casi no queda espacio para desarrollar nada más que un par de dúos y un solo que interpreta Helena Gispert, con esa precisión magnética con la que se mueve. Excepto cuando Miquel Barcelona logra agrupar todo el elenco, en los escasos momentos corales, sin más distinción: hombres y mujeres de idénticas capacidades, en la diversidad de sus formas.
"Utopía" es una suerte de contenedor en el que todo se encuentra, desde esa postura de mezcolanza tan del gusto de este creador. Cada día más acertado en el juego vocal, con más técnica. Siempre comprometido con los grandes temas a los que nos enfrentamos como sociedad y desde posturas claras, diáfanas. Y empecinado en una voluntad (que a veces parece, precisamente, imposible) de vivir de la danza y para ella.
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