Finalizó el Festival Grec y nos dejó buena danza en femenino. Desde Emily Molnar y el BC Ballet hasta Sol Picó, Lucy Guerin o Jone San Martín, la presencia de ellas dominó estos días de danza en Barcelona
Barcelona, 31 de julio de 2019
Acertar con los espacios, programar en femenino y no confiar todo a los grandes nombres: estos son los tres aciertos en el Festival Grec 2019. A cualquiera le gustaría llenar el Teatre Grec en una plácida noche barcelonesa y si es posible con poca humedad. Pero son 2000 localidades y esto es danza. Así que eran dos las propuestas estrellas para ese espacio y fue un éxito incontestable su ubicación.
Ballet BC: Tres Coreografías. El eje discursivo de esta edición era Atravesando el Pacífico: de Melbourne a Nueva York. Se hizo parada en Vancouver: Canadá. Dirigidos por una mujer y con tres piezas de coreógrafas. Comenzó la noche con una reivindicación: no se ha visto aún nunca la compañía de Sharon Eyal en Barcelona. Se presentaba Bedroom Folk. Entusiasmó al heterogéneo público con su elegancia oscura y críptica, en la única noche que pudieron actuar porque la lluvia impidió la siguiente. Emily Molnar, hasta ahora directora artística de la compañía (acaba de ser nombrada directora del NDT holandés), firmaba To this day: algo más popular, con unos silencios dinámicos que contrastaban bien con la música de Jimi Hendrix. Y Solo Echo de Crystal Pite significó un refinado gusto por la excepcionalidad interpretativa y la estética depurada. Aficionados, habituales o los que se acercaron por casualidad al Anfiteatro, llenaron y salieron convencidos de que podría haber sido el espectáculo inaugural de esta edición.
Sol Picó: Animal de Séquia. Casi a punto de finalizar el mes, el Teatre Grec volvió a congregar un público diverso llamado cada cual por un motivo: su creadora incansable, enérgica y transformadora; el homenaje a la cultura popular y tradicional valencianas que propone; y la música, como eje vertebrador y que contaba para la ocasión con la participación de la Banda ChaPicó y la Municipal de Barcelona. El resultado: una mascletà corporal. Un ejercicio que combina fascinantes imágenes de recreación de algunos episodios de la vida colectiva, de la fiesta en comunidad; con fantasía musical, escenográfica y coreográfica; y con toda la ruptura visual que una artista en plena madurez aporta a este nuestro pequeño universo contemporáneo. Hay unas cuantos fragmentos que quedarán en la memoria de uno de sus mejores espectáculos en los últimos años: su solo, casi al final y acompañando al cantante Carles Dénia y que con generosidad extiende al cuerpo femenino de baile; y la representación del ruido atronador de los petardos, que generan con exuberancia bailarines y músicos. Todos están metidos de lleno en el juego. Pero un nombre de uno de los más jóvenes debemos destacar: Luis Martínez Gea, incansable y fascinante en plena locura física. Será espectáculo inaugural en Fira Mediterrània de Manresa el 10 de octubre: allí donde actúen, no se lo pierdan.
Otras creadoras ocuparon más espacios: la Sala Pina Bausch del Mercat de les Flors acogió una propuesta más intimista, especializada y llena de finura conceptual. Split de Lucy Guerin está interpretado por dos bailarinas, una de ellas desnuda. Parecerían el cuerpo y su sombra. Idénticos movimientos y expresión, limitadas cada vez por un espacio más pequeño, que van dibujando con una cinta adhesiva hasta completar un minúsculo rectángulo donde se vuelve prácticamente imposible ejecución alguna. Ahí acaba todo, como constatando que es en la libertad donde se encuentra la creatividad coreográfica. Una bella analogía.
También en el Mercat se pudo ver Las muchísimas, un paso más en la larga investigación desarrollada en Baleares por Mariantònia Oliver, que ahora expande su exitosa propuesta Las muchas, con participación de mujeres mayores de 65 años .
Por su parte La Caldera, centro de creación de la danza y a través del cual se extiende el Festival por la ciudad, propuso Jone San Martín para que diera la lección más maravillosa que podíamos recibir del legado de William Forsythe. Fue bailarina del creador norteamericano residente en Frankfurt más de 20 años. En Legítimo/Rezo desgrana, primero con una conferencia breve y luego a través de un solo, todo el complejo entramado que supone el trabajo de improvisación. Un espectáculo perfecto.
Luego había esos platos fuertes que cualquier festival quiere tener en su lista, pero que en esta ocasión resultó un menú más bien disperso. Así pasó con Kind de Peeping Tom en coproducción con el Teatre Nacional de Catalunya: mucho contenido para tan poco movimiento. Como otra de las piezas que, a priori, creaban más curiosidad en el Mercat: Augusto de Alessandro Sciarroni. La repetición como eje dinámico de sus propuestas. Aquí centrado en una hora de risas, sonrisas y carcajadas. Y aunque hay una conexión casi mágica entre sus intérpretes, por saberse parte de algo bien singular; no llega a la platea todo ese esfuerzo casi titánico por sostener el empeño.
Por su parte La Caldera, centro de creación de la danza y a través del cual se extiende el Festival por la ciudad, propuso Jone San Martín para que diera la lección más maravillosa que podíamos recibir del legado de William Forsythe. Fue bailarina del creador norteamericano residente en Frankfurt más de 20 años. En Legítimo/Rezo desgrana, primero con una conferencia breve y luego a través de un solo, todo el complejo entramado que supone el trabajo de improvisación. Un espectáculo perfecto.
Luego había esos platos fuertes que cualquier festival quiere tener en su lista, pero que en esta ocasión resultó un menú más bien disperso. Así pasó con Kind de Peeping Tom en coproducción con el Teatre Nacional de Catalunya: mucho contenido para tan poco movimiento. Como otra de las piezas que, a priori, creaban más curiosidad en el Mercat: Augusto de Alessandro Sciarroni. La repetición como eje dinámico de sus propuestas. Aquí centrado en una hora de risas, sonrisas y carcajadas. Y aunque hay una conexión casi mágica entre sus intérpretes, por saberse parte de algo bien singular; no llega a la platea todo ese esfuerzo casi titánico por sostener el empeño.
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