divendres, 2 de novembre del 2018

Ecce (H)omo

Paul/a Pi
Teatro Central, 1 de noviembre
Mes de Danza de Sevilla 2018



El juego de la confusión

La transmisión es uno de los aspectos más importantes relacionados con la danza contemporánea y probablemente el menos visible. Hasta cierto punto, la única manera de asegurar la pervivencia de determinado material coreográfico: por la lejanía respecto al tiempo en que se hizo; por la desaparición de sus creadores. Un hallazgo siempre es una noticia y quizás es el sentimiento que tuvo el brasileño Paul/a Pi al toparse casi por casualidad con Afectos Humanos, cinco solos de breve duración de la bailarina y coreógrafa expresionista Dore Hoyer. De origen alemán, fue olvidada en el baúl de los recuerdos dolorosos: a los 56 años, fracasada por su última producción y con una grave lesión en su rodilla, decidió acabar con su vida: “siento que es imposible expresarme de otra manera que no sea bailando” dejaba escrito.

De esa incapacidad seguro que dan cuenta todos los intérpretes de este arte, como para que Paul/a Pi fijara en ese gesto tormentoso y a la vez definitivo su investigación: se propuso aprender esos solos, naturalmente con el apoyo de un “transmisor” (Martin Nachbar) mientras operaba en dos planos distintos de significado. Por un lado, el de la propia coreografía: Vanidad, Deseo, Odio, Miedo, Amor. Auténtica alegoría de la experiencia humana: asuntos todos ellos que también tienen que ver con el cuerpo, que es justo el segundo estrato de este trabajo y que se hace explícito en uno de los comentarios que Paul va intercalando entre esas breves piezas, de unos pocos minutos. Se trata de la identidad y conformación para con el propio aspecto físico, para transformarlo o simplemente redibujarlo.

Y es en ese punto en el que la obra que se ha presentado en Mes de Danza de Sevilla 2018 toma todo un sentido más amplio que el de la pura y lineal (re)presentación: porque en lo que acontece a los afectos, todos convenimos que los límites los marca cada uno; y por lo que respecta a la transmisión, mejor aceptemos desde el momento uno la dificultad de llevar a nuestros tiempos un estilo de trabajo como aquel, muy enmarcado históricamente. Por eso el gesto de Paul/a Pi es tan liberador en esta propuesta: porque juega a la confusión. De la mirada, de la adscripción y de la persistencia: vemos desplazamientos y un dibujo coreográfico que debemos creer que se ajusta al ideado entre 1959 y 1962, pero con el convencimiento de que se trata solo de una aproximación; automatizamos la relación entre aquella artista y la actual, sin reparar en primer término en lo que se hace evidente conforme se desarrolla la pieza: la realidad corpórea de Paul/a; y retenemos en la memoria que es el juego de paralelismos desiguales el auténtico valor del trabajo aquí presentado.

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