Bárbara
Sánchez
Sala
Hiroshima, 5 de març de 2016
Absorber
la tristeza
Hay
piezas de danza que sugieren mucho más de lo que explican. Se trata
de ese tipo de creaciones que podríamos denominar “todo lo que
dice un cuerpo”. Y que es, por definición, distinto de lo que la
palabra puede contar. En la diana de lo expresivo, la danza suele
llevar una delantera extraordinaria por su estrecha relación con el
propio organismo al que mueve y así centra con más facilidad el
universo al que quiere referirse. Es el espacio inconmensurable entre
la cosa y la palabra.
La
bailarina sevillana Bárbara Sánchez, con la afilada dramaturgia de
Jaime Conde-Salazar, se atreve con una exploración, desde diversos
puntos de vista (una especie de arquetipos según ellos mismos
cuentan), alrededor de los afectos relacionados con la pena.
Muestran, desde el instante mismo de la entrada del público, tanto
el acento de su desesperación; la huida hacia lo absurdo que a veces
genera; como el triunfo de sobreponerse a ella. Hay tantas escenas
como diversas exploraciones interpretativas lleva a cabo esta artista
sobre esas ideas. Con versatilidad como principal característica, a
cuerpo descubierto, segura de esa capacidad desnuda que tiene lo
físico para entonar como nadie lo más profundo de lo sentido. Una
experiencia que, certeramente, refleja modelos de manifestaciones
ocultas y para la cual justamente se inventó el teatro: la
(re)presentación de lo humano.
Resultado
de una investigación en proceso, abierta por lo tanto en su
estructura coreográfica, dibuja un extenso campo de trabajo en el
que quizás deberá acentuar todavía más el afilado lenguaje del
movimiento; acortar la duración de alguna escena; y ampliar
simbólicamente con más imágenes las diversas “penas” con las
que reflejar al espectador. Fiel, en todo caso, a ese sentido casi
inaudito de cuando lo “corporizable” substituye a lo dicho. Un
milagro, aceptémoslo, que solo logra la danza cuando deviene arte
que absorbe.
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