dissabte, 2 de febrer del 2019

Masacre en Nebraska

Alberto Cortés / La Terribilità
Creació i interpretació: Alberto Cortés, Rebeca Carrera, Andrea Quintana i convidats locals
Mercat de les Flors, 1 de febrer de 2019
Festival Sâlmon

Foto del Festival
Falsos recuerdos

Deberíamos problematizar la memoria más a menudo. Esa historia que vamos configurando entre todos conforme pasan las oportunidades. Centenares de minutos a este lado de la platea, observado minuciosamente, escrutando cada gesto, analizando cada intención. Llevo diez años relatándolo por aquí (y donde me dejan), como si de un notario de la danza se tratara, por utilizar las palabras que me dedicaba una compañera hace pocos días. De hecho hace más tiempo que escribo sobre danza. Porque la memoria se construye sobre los apriorismos de cada uno. Pero eso ahora da igual. Aunque es muy pertinente hablar sobre los falsos recuerdos, a propósito de esta interesante pieza de Alberto Cortés..

Se trata de una construcción participativa, personas con las que mínimo un hilo de nostalgia nos une. El Mercat de les Flors como epicentro de las artes del movimiento, aunque no solo. El gran teatro de lo efímero. Y esos flashes del instante. Realmente lo primero que invitan a pensar es en la pobreza de nuestros recuerdos. Detrás de cada gesto, por en medio de cada coreografía, escondido en cada movimiento, el esfuerzo y el ánimo. Simplificados en su máxima expresión a una lista de grandes hits: nombres de la danza que van desfilando a fragmentos.

Y luego podremos considerarnos expertos en la nada. Así me hizo sentir el desfile de personajes que van relatando brevemente una experiencia particular que se convierte en memoria oficial. Solo existe de lo que hablamos. El futuro está detrás, nos interpelan. Esa es exactamente la posición que como espectadores tomamos. El lugar desde el que escribimos. La justa medida del valor de cada argumento formulado en una crítica.

Se agradece en este ejercicio impuro que es Masacre en Nebraska la certeza del acto. Ese pacto extraño y maravilloso de dos que aceptan el intercambio de miradas. Tú bailas, yo te observo. Nada más. Una suspensión en el tiempo y el espacio. Si no existiera esa oportunidad, debería el mundo invertala. Pocos actos puros quedan entre un cuerpo que se expresa y otro que traduce sus ensueños. Con las limitaciones que impone el contraste entre la palabra y el gesto, dos lenguajes también unidos en la misma existencia finita, aunque opuestos en su gramática.

Al fin, queda lo que cada uno valore de ese encuentro. Que no es real, solo es memoria. Y ya se sabe: por supervivencia ésta sólo puede ser instancia positiva de proyección hacia el futuro. Ahí su grandeza y su problema.

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