Dionysos (suite) / Song of Herself / Syncope
Béjart Ballet Lausanne
Teatre-Auditori Sant Cugat, 20 de març de 2011
M’apel·lava avui un jove desconegut: “qui escriu, és que parla d’un mateix”
És clar -pensava- mentre em sentia qüestionat per aquella mirada: escric sobre els enyors...
Convocar en aquest bloc en una mateixa setmana novament l’esperit dionisíac, potser és només això: nostàlgia. Entendreu que avui hi estic obligat, perquè la suite que presentava el Béjart Ballet Lausanne en la primera part del programa és just la història de Dionís i el seu triomf sobre l’esperit apol·lini i que era protagonitzada, en vida del coreògraf, pel seu ballarí principal: en Gil Roman, actual director artístic de la companyia. Però també, perquè des de l’any de l’estrena -1984- s’ha anat produint un fenomen general d’allunyament de la rauxa i la desmesura de l’escena pública. I la dansa no n’ha quedat al marge, esdevenint precisió tècnica, però potser per això, cada cop més, emocionalment neutra. No és que les produccions vistes aquesta temporada a Barcelona, per exemple, no tinguin la seva qualitat i un punt d'exageració. És més aviat que les passions estan deixant pas a una raó uniformada i omnipresent. Generalitzo, naturalment! Després hi ha aquelles dignes excepcions: però els temps en què vivim ens hi conviden. Després de tot, darrera l’acte de l’artista, hi ha la recepció del públic i no sembla que corrin temps per a aventures...
Pensava en tot això mentre em deixava sorprendre per la (beneïda) desproporció amb la que Béjart va entendre el relat de Dionysos aquells anys. Era la dècada que marcà la recta final del miratge de l’amor lliure. Tants segles abans, Plató ja havia negat a l’art cap interès en l’educació dels joves. Sospitava de la seva capacitat per a produir alteracions en l’estat d’ànim. El sexe no havia estat encara substituït per la sexualitat. De l’experiència dels cossos, dels usos dels plaers dels nostres antics; al modern control dels discursos, i les tecnologies del jo foucaultià hi ha un incommensurable que impedeix ni tan sols d’imaginar aquella vivència, més enllà dels relats tràgics (sempre, és clar, mancats de l’experiència catàrtica que la història ens arrabassà del teatre.) No hi ha res pitjor -benvolgut jove- que enyorar el que mai no s’ha viscut. D’això parlem avui.
Gil Roman recorda serenament en el documental El esfuerzo y el ánimo aquella petjada creativa del mestre Béjart. I amb l’assossec de qui el va viure, però també la contundència de qui el va perdre, relata la que creu és la seva principal ensenyança: “Ce qui me semble aujourd'hui le plus important c'est qu'il m'a toujours dit : Ne te retourne pas sur le passé. Quoiqu'il se passe, avance !" La supervivència és també el relat de l’art.
Així que la ruptura fou inevitable. I el programa del cap de setmana a Sant Cugat és el testimoni d’una època en què la dansa podia dir allò que era vetat de relatar en altres àmbits. Ho constata definitivament la segona part de l’espectacle: una certament no menys bella coreografia de Julio Arozarena (Song of Herself) i, per cloure, la brillant Syncope del mateix Gil Roman. I és que la companyia, i el seu flamant director artístic al capdavant, han sabut que per mirar endavant, primer calia matar la mort. I oblidar la rauxa. O senzillament transformar-la en imatges digeribles per a públics, irreversiblement diferents.
Final de la llegenda.
Visca la llegenda!
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"La Vanguardia" 26 de març de 2011
JOAQUIM NOGUERO
¿Ubi sunt? ¿A dónde fueron a parar los imponentes cuerpos típicos de Béjart, rebosantes de la energía dionisíaca que tanto precisaba el repertorio elegido para la ocasión en Sant Cugat, el pasado fin de semana? Me refiero a ese perfil de bailarín masculino tan emblemático del desbordante creador marsellés fallecido hace ya más de tres años, un modelo que tan bien representó en su día Jorge Donn y que en San Cugat quedó reducido a Óscar Chacón.
Técnicamente no se podría reprochar nada a los bailarines de Dionysos,pero sí a su control apolíneo, a su falta de presencia, sensualidad y peso escénico, a su escaso magnetismo animal, a su contenida expresividad o, en fin, a la inexistente fuerza dionisíaca que atravesaba toda la creación del culto y clásico, pero viejo macho cabrío, el fauno Béjart. Hace menos de un año, ya con la dirección de Gil Roman y con una compañía que parecía haberse renovado en parte, en Le Presbytère presentado en agosto en Peralada, Roman parecía incluso haber potenciado los cánones originales. En Sant Cugat, en cambio, ¿qué ha ocurrido para que Dionysos de Béjart apareciera apolonizado de forma casi blandengue?
La respuesta y la sorpresa llegó en la excelente segunda parte del programa y tras el breve peaje de la pieza de aires cubanos Song of herself,de Julio Arozarena, con un registro lírico suave y un tono melifluo que tampoco habríamos relacionado con la compañía Béjart. El plato fuerte fue la nueva coreografía de Roman, Syncope,instalada en un sanatorio mental, concretamente en la focalización mental del protagonista, y que en cierto sentido es la versión conseguida de lo que intentó Ullate con su menos estilizado Worderland.Los intérpretes masculinos de Roman muestran aquí vulnerabilidad. Y todos, hombres y mujeres, se mueven con la precisión de un autómata, como muñecos de cuerda del doctor Coppelius. Se entiende de pronto el cambio de perfil operado en la compañía, cuando el nuevo elenco se ajusta como un guante a la pieza de Roman, en un registro dancístico más cercano a Mats Ek. Parece que el joven coreógrafo asume el mando con personalidad y sin dejarse acomplejar por el nombre de Béjart, y para ser Syncope su segunda pieza la cosa promete. Ha llegado un cambio de turno. Ha nacido otro Ballet Lausanne. La objeción es cómo abordará el legado de Béjart si se mantiene el nombre.
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"La Vanguardia" 26 de març de 2011
JOAQUIM NOGUERO
¿Ubi sunt? ¿A dónde fueron a parar los imponentes cuerpos típicos de Béjart, rebosantes de la energía dionisíaca que tanto precisaba el repertorio elegido para la ocasión en Sant Cugat, el pasado fin de semana? Me refiero a ese perfil de bailarín masculino tan emblemático del desbordante creador marsellés fallecido hace ya más de tres años, un modelo que tan bien representó en su día Jorge Donn y que en San Cugat quedó reducido a Óscar Chacón.
Técnicamente no se podría reprochar nada a los bailarines de Dionysos,pero sí a su control apolíneo, a su falta de presencia, sensualidad y peso escénico, a su escaso magnetismo animal, a su contenida expresividad o, en fin, a la inexistente fuerza dionisíaca que atravesaba toda la creación del culto y clásico, pero viejo macho cabrío, el fauno Béjart. Hace menos de un año, ya con la dirección de Gil Roman y con una compañía que parecía haberse renovado en parte, en Le Presbytère presentado en agosto en Peralada, Roman parecía incluso haber potenciado los cánones originales. En Sant Cugat, en cambio, ¿qué ha ocurrido para que Dionysos de Béjart apareciera apolonizado de forma casi blandengue?
La respuesta y la sorpresa llegó en la excelente segunda parte del programa y tras el breve peaje de la pieza de aires cubanos Song of herself,de Julio Arozarena, con un registro lírico suave y un tono melifluo que tampoco habríamos relacionado con la compañía Béjart. El plato fuerte fue la nueva coreografía de Roman, Syncope,instalada en un sanatorio mental, concretamente en la focalización mental del protagonista, y que en cierto sentido es la versión conseguida de lo que intentó Ullate con su menos estilizado Worderland.Los intérpretes masculinos de Roman muestran aquí vulnerabilidad. Y todos, hombres y mujeres, se mueven con la precisión de un autómata, como muñecos de cuerda del doctor Coppelius. Se entiende de pronto el cambio de perfil operado en la compañía, cuando el nuevo elenco se ajusta como un guante a la pieza de Roman, en un registro dancístico más cercano a Mats Ek. Parece que el joven coreógrafo asume el mando con personalidad y sin dejarse acomplejar por el nombre de Béjart, y para ser Syncope su segunda pieza la cosa promete. Ha llegado un cambio de turno. Ha nacido otro Ballet Lausanne. La objeción es cómo abordará el legado de Béjart si se mantiene el nombre.
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