diumenge, 10 de març del 2019

Rojo estándar

Cia. LaNördika circo y danza
Creació i interpretació: Darío Dumont i Greta García
SAT Teatre, 9 de març de 2019


Espejo físico

Antes de saber tantas cosas, el estereotipo de chico simpático, fuerte, un algo desgarbado y patoso que va detrás de chica guapa ocupó pantallas y escenarios durante décadas. Una auténtica formación del espíritu de género, naturalmente siempre discriminatorio. Luego llegó el discurso y nos dimos cuenta del problema. Bueno: solo una parte (y pequeña) de la sociedad está en ello. De manera que protagonizando Rojo estándar con ese muchacho, Darío Dumont, es de agradecer el papel que defiende Greta García, una mujer asertiva, impetuosa, firme y decidida. Él se dedica a los equilibrios, sobre un monociclo, los rulos y haciendo el pino, nunca mejor expresado lo que llega a inventarse para captar la atención de ella, dedicada al contorsionismo, de flexibilidad imposible y adaptabilidad física. Dos especialidades de enorme impacto físico, aunque contrarias en la imagen pues una requiere de gran movimiento de expansión y la otra de un esfuerzo de focalización visual muy importante.

El equilibrio entre esos dos personajes se consigue en una escenografía marco, efectivamente dominada por el color del título de la pieza, significando así ese catálogo estandarizado: un inventario cromático sobre el que sucede una de las experiencias humanas más fascinantes. Llega el blanco impoluto del otro, y se tambalea toda aquella armonía. Y así empieza todo: mientras Greta se pasea por el patio de butacas, vestida de algodón rojo intenso, llamando afectuosamente al orden al numeroso público infantil que llenó el SAT Teatre para ver la versión de sala de una obra que se debe mover muy cómodamente en espacios abiertos, como se pudo ver en Monjuïc en el marco del MAC (Mercè Arts de Carrer). Pasea, controla su espacio circular que ocupa la totalidad del escenario con tres farolas también de un tono igual de intenso; hasta que de pronto llega él para romper aquella feliz soledad.

Hay que decir que a nivel de ritmo a veces se rompe, por intenso y delicado. Que Rojo estándar es de una estética acusada, un poco desbordante. También que Darío controla con más comodidad la expresividad; mientras que Greta se maneja mejor en las escenas más íntimas. Que la conexión con el público es mágica, especialmente con los chavales, nada complacientes con las inseguridades del personaje masculino. Y que la dramaturgia se despliega suavemente, sin pretensiones de elaborar un discurso. Ese es el secreto: pues se trata de dibujar una experiencia, algo con lo que se puede estar más o menos cercano, pero que tiene su valor en la humanidad de los afectos que los dos personajes retratan, con soltura, con simpatía, con mucha verdad. Por eso nadie quiso perderse la oportunidad de saludarles a la salida, en el vestíbulo del SAT: conocer de cerca el espejo físico de tanto esfuerzo y dedicación espiritual.

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