dimarts, 29 de novembre del 2016

Un domingo muy político ( a Dios gracias...)

La memoria de los cuerpos

A modo de colofón de la primera semana del Festival Sâlmon< 2016 y para acentuar precisamente su voluntad de mostrar todo lo que el movimiento y más puede llegar a explicar, se presentaron dos piezas de alto voltaje político, en su sentido más noble: el arte de la gobernanza en favor del interés común. Y el de la memoria, como estafa de lo desconocido frente al discurso comúnmente aceptado, es la temática reivindicativa que comparten ambas producciones, desde presupuestos estéticos y argumentos bien distintos.



Anarchy de La Societat Doctor Alonso

Resulta una regalo para todos reencontrar a Semolina Tomic en el escenario: su argumento es la fuerza de una verdad ninguneada, que nadie como ella puede expresar con mayor cólera. Y el perfil escenográfico, un dibujo delicado, de apuntes, flashes y muchos espacios vacíos entremedio que cada espectador debe completar. O rasgar con la púa de una guitarra eléctrica, que es en este caso la original sorpresa con la que se encuentra al entrar en la sala. Es el sello inconfundible de dos incansables de la búsqueda: Sofía Asensio y Tomás Aragay. Con el concurso también de la genialidad de cube.bz. Aquí a propósito de esa memoria histórica que molesta tanto restituir a algunos. Aunque de hecho se trata más de una advertencia que de una lección sobre el movimiento anarquista en la ciudad de Barcelona. Cuando algo se oculta a la vista, es también porque alguien no quiere mirar. De lo contrario no hubiera pervivido tanto tiempo en el fondo del silencio. Ese quería ser también el propósito de la exposición que tanta polémica se llevó con la estatua ecuestre y que no permitió, por el desacierto de unos y la exaltación de otros, ahondar en su propósito. Los nombres de las cosas son ordenamiento jurídico porque todos nosotros lo permitimos. No al revés. Y este canto de raíz, gesto dolido, aullido de movimiento y rabia con el que la artista nos acerca a esa verdad, es profundamente pertinente.

Foto: Siddharth Gautam Singh

The Touching Community de Aimar Pérez Galí

La eclosión de la epidemia del SIDA fue el enésimo intento del orden establecido por recolocar las fichas. Ni dos décadas habían pasado desde que los homosexuales habían pasado a ser gays. Y allí estaba el miedo otra vez, instalado en la conjura de los necios. Naturalmente que la danza en el ojo del huracán, minorizada también antes que minoritaria. Aimar encontró este tema casi por causalidad y le ha dedicado una larga investigación que se palpa en cada instante de su nueva pieza. Con un tono pausado, medido, sin revanchismo. Primero como homenaje a todos aquellos que antes de nosotros tuvieron que soportar las etiquetas. Segundo, convencido como está que en el arte del movimiento se juega sobretodo el don del contacto. Físico y espiritual. Con una iluminación magistral de cube.bz. Y con otros tres bailarines (Oscar Dasí, Jesús Bravo, Jaime Conde-Salazar) de generaciones distintas y apropiándose de la improvisación a la que da juego aquel estilo, con el argumento del testimonio personal y la imaginación de la conexión en el más allá. Dibujan una obra de alto contenido ético, belleza plástica y justicia tranquila. Porque es un canto a la esperanza. No sólo a un futuro que se adivina siempre más tranquilo que en aquellos primeros años. Sobretodo porque infectados o no hemos sabido (re)apropiarnos de nuestro momento y sabemos que no debemos ceder más ni en un centímetro.

Son dos muestras del talento que la danza y más encuentra (por fortuna) en el Sâlmon< su altavoz necesario. Con artistas de aquí, como venidos de otros puntos, y con Brasil como centro del escenario este año. Que siguen recordándonos de lo importante del discurso, de lo político de su quehacer. De la necesidad de reivindicar todo aquello que deseamos mejor. Por ejemplo: una política cultural a la altura...

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