divendres, 29 de juliol del 2016

Dance to Death

Alberto Velasco
Intèrprets: Anna Briansó, Alba Aloy, Alejandro Bordanove, Armand Villén, Berta Graells, Carmen Gómez, Coral Ortega, Montse Rodríguez, Marc Joy, Miquel Bonet, Raquel Molano, Sònia Barba, Shanice Stanislaus, Tamara Ndong i Associació Kiakahart
La Caldera, 28/07/2106
GREC FESTIVAL DE BARCELONA


Foto: Tristán Pérez-Martín
Publicat també al portal de crítics Recomana.cat

Mirada impúdica


Nada produce más rendición al espíritu que la belleza, sea ésta lo que a cada uno le sugiera. Vas por el mundo paseando necesidades y de golpe, como una llamarada, aparece. Traicionera, inalcanzable, especulativa e insobornable. “Existo, bien lo sé/ Porque le transparenta/ A mis sentidos/ Su amorosa presencia”. El resto del camino es un desbocado silencio de pasiones.

En los años de la Gran Depresión se organizaban unos torneos de baile que Sydney Pollack fijó en la retina a partir del libro d'Horace McCoy. Esta misma temporada pudimos ver una interesante versión teatral en Barcelona (uno de los actores también participa aquí). Dance to Death de Alberto Velasco, una coproducción entre La Caldera y el Grec Festival, aporta diversos elementos para considerarla una obra aún mayor. Su eje conductor es el perverso espacio de la mirada.

Consideremos lo que al público respecta, particularmente al aficionado de danza: “Asistir a un espectáculo de danza es uno de los pocos actos puros que todavía existen. Un cuerpo baila y otro lo mira.” Suda, exhala, se turba en el esfuerzo, corretea y se muestra al límite de sus fuerzas. Catorce intérpretes, compitiendo en parejas, superando la prueba del devenir inmóvil. 

Y ahí se produce ese hilo invisible, siempre presente en la obra, que anudas a tu muñeca, que portan numerados los participantes, y que simboliza ese milagro destructivo: escoja usted lo que a la belleza se refiere y acepte su singularidad. Sólo una pareja de baile, sólo unos pocos de nosotros, resultarán ganadores.

Dance to Death explora todos esos elementos con una suave propuesta participativa y con la implicación determinada de sus actores y bailarines, de diversa edad y condición física. Hay un destello de realidad en ese casting, que lo acerca aún más al espectador. Su perseverancia, su sufrida participación, choca siempre con el elemento azaroso: esa es una de las imágenes para el recuerdo más intensas y que llevan a cabo los integrante de la asociación Kiakahart. Actúan como lo hiciera el dios Hades, vigía del inframundo en la mitología griega: porque la muerte también es selectiva en sus pasiones.

El espectáculo se cierra con el final del propio concurso, en el cual los intérpretes son parte y arte. No conocen cómo se desarrollará. La distribución por diversos espacios de La Caldera facilita el tránsito con los espectadores. Pequeñas dificultades técnicas con las proyecciones y la luz a veces no ayudan en la recepción de este segundo cuadro, el reverso que representa la derrota.

En los años que llevo escribiendo crítica sobre danza, pocas veces he aprendido tantas cosas sobre la propia mirada que con este espectáculo de Alberto Velasco. La fascinación, que es la manera particular como me rindo al cuerpo en movimiento, he entendido que es algo tan inmensamente destructivo como necesario para esta labor. Y que en todo caso lleva consigo el sello de la muerte, en su sentido simbólico, que no es otra cosa que lo implicado en ese acto sin recato, en esa “fortuna redonda” del poeta, en ese momento puro en el que observas como otro ser humano despliega sus encantos bailando.

Foto: Tristán Pérez-Martín
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El poeta es Luís Cernuda y la idea sobre la mirada pura es del divulgador de arte Miquel del Pozo.

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