dissabte, 7 de maig del 2016

Introducing The Star

Pablo Esbert Lilienfeld y Federico Vladimir Strate
Sala Hiroshima, 6 de maig de 2016



presti(DIGITAL)
Publicat també al portal de crítics Recomana.cat

Como dos ilusionistas. Pablo Esbert Lilienfeld y Federico Vladimir Strate se manejan con un gran truco escénico. Digital, como no podía ser de otra manera. Tan cercano al juego de manos, como que lo corporal es el centro de su interés: la respuesta individual y colectiva a la música. Por ejemplo, nuestra experiencia del espacio en un concierto y el nacimiento de una estrella del pop: The Star. Todo en una misma propuesta. Aderezado de una estética futurista, el diálogo directo con el público y una cierta provocación de “trans-locación”. Y el resultado es tan fascinante, como desconcertante. ¿Un espectáculo de danza? ¿Una película? ¿Un álbum de música?

Introducing The Star debería pasar a formar parte del catálogo de nuevos mitos. Un líder, una masa informe de seres, bellos en su apariencia, idénticos en su esencia. Y una idea de cambio. ¿No es así como la literatura universal, el cine o el teatro han relatado el origen de todo? Pablo Esbert Lilienfeld lo baila, determinado en una individualidad tan quimérica como fantasiosos son sus gestos maquinales. Y con una máscara refleja los rayos anunciadores, los de un tiempo nuevo: luces, música e imagen en control central, fruto de la imaginación desbordante del artista visual Federico Vladimir Strate.

Hasta cuando ocurre el error, virtual y narrativo como se explica en el fragmento de la película que ha resultado del proyecto. Como cuando pasa en lo escénico, y así sucedió en la presentación en la Sala Hiroshima por un pequeño desajuste que obligó a parar la representación breves minutos. Confirmación de la feliz codicia de estos artistas por crear fantasías inauditas, arte en vivo que arriesga, y que por eso mismo pierde y se engrandece en su progresión hacia otra representación, otro intento. ¿No es así como se hace más grande el mito? El de este espectáculo. Y el del origen cosmogónico de la propia identidad. Porque de eso están hablando aquí. Y de como el arte en general, y muy específicamente la música y el baile nos acomodan en esa (re)fundación permanente. Por eso la presencia abrumadora de lo digital. Porque los nuevos prestidigitadores juegan a los dioses.

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