diumenge, 13 de novembre del 2011

Poppea//Poppea


Gauthier Dance Company / Dance Company Theaterhaus Stuttgart
Teatros del Canal, 11/XI/2011
Madrid en Danza

Las intrigas palaciegas (quiero decir, por supuesto, las que pasan cotidianamente en tu oficina o en la escuela en donde enseñas) deberían tener más humor. Con ese elemento podríamos sobrevivir con más calma, menos a la brava. Al fin y al cabo, mientras unos cuantos escriben la historia de la inmanencia de la especie, los parásitos la transitan en su beneficio. Aunque bien vale recordar que sin éstos, la excelencia de la constancia no sería visible.


De un negro rigoroso, en cambio, no se puede ni plantear esa idea. Eso es lo que parece explicar la Gauthier Dance Company. Justo porque es el color que predomina sobre el escenario: los vestidos barrocos, las proyecciones del vídeo en directo mono-color, y la mesa palaciega que tantos ágapes de traiciones y ruido de sables ha escuchado en la historia. Sólo se escapa de esa frialdad la música de Claudio Monteverdi: llena de la vitalidad que sólo la comprensión de que es ésa y no otra la condición humana, podía acercarnos a un drama de engaños, traiciones, sexo y asesinatos con los que coronó a Poppea en su Ópera.

Premio a la mejor coreografía 2011 del teatro alemán Der Faust, comparte con el título que da nombre a esos premios la compleja relación de la cosa humana, que los bailarines trazan para la ocasión en sólidos momentos de grupo y algunos dúos de gran belleza, con una técnica aplicada, expresividad y método prusiano. Quizás escapa un algo lo más emocional, ese hilo dramático con el que la narratividad de más al sur hubiera dibujado esa coreografía, que por eso es Stuttgart la sede de la compañía. Pero no por ello menos contundente en su mensaje y su proyección en la memoria.


Ese aire frío, amén de la brevedad de la obra, podrían ser quizás los peores atributos de la propuesta. Aunque bien pensado es en el contorno de las miserias humanas en el que se mueve todo, así que poca floritura y menos colores están desde luego muy justificados. Y como demostración definitiva de esa excelencia, ese sutil, casi cínico sentido del humor, acompañado de una ligera idea de danza-teatro, que viene a reforzar la estrategia nunca disimulada en toda la pieza: ser retrato de una historia, que cambiados los personajes y a todo color, vives cotidianamente en la tienda en la que trabajas o la farmacia en la que dispensas tus recetas.

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