Gauthier
Dance Company / Dance
Company Theaterhaus Stuttgart
Teatros
del Canal, 11/XI/2011
Madrid
en Danza
Las
intrigas palaciegas (quiero decir, por supuesto, las que pasan
cotidianamente en tu oficina o en la escuela en donde enseñas)
deberían tener más humor. Con ese elemento podríamos sobrevivir
con más calma, menos a la brava. Al fin y al cabo, mientras unos
cuantos escriben la historia de la inmanencia de la especie, los
parásitos la transitan en su beneficio. Aunque bien vale recordar
que sin éstos, la excelencia de la constancia no sería visible.
De
un negro rigoroso, en cambio, no se puede ni plantear esa idea. Eso
es lo que parece explicar la Gauthier Dance Company. Justo porque es
el color que predomina sobre el escenario: los vestidos barrocos, las
proyecciones del vídeo en directo mono-color, y la mesa palaciega
que tantos ágapes de traiciones y ruido de sables ha escuchado en la
historia. Sólo se escapa de esa frialdad la música de Claudio
Monteverdi: llena de la vitalidad que sólo la comprensión de que es
ésa y no otra la condición humana, podía acercarnos a un drama de
engaños, traiciones, sexo y asesinatos con los que coronó a Poppea en
su Ópera.
Premio
a la mejor coreografía 2011 del teatro alemán Der Faust,
comparte con el título que da nombre a esos premios la compleja
relación de la cosa humana, que los bailarines trazan para la
ocasión en sólidos momentos de grupo y algunos dúos de gran
belleza, con una técnica aplicada, expresividad y método prusiano. Quizás
escapa un algo lo más emocional, ese hilo dramático con el que la narratividad de más al sur hubiera dibujado esa coreografía, que
por eso es Stuttgart la sede de la compañía. Pero no por ello
menos contundente en su mensaje y su proyección en la memoria.
Ese
aire frío, amén de la brevedad de la obra, podrían ser quizás los
peores atributos de la propuesta. Aunque bien pensado es en el
contorno de las miserias humanas en el que se mueve todo, así que
poca floritura y menos colores están desde luego muy justificados. Y
como demostración definitiva de esa excelencia, ese sutil, casi
cínico sentido del humor, acompañado de una ligera idea de
danza-teatro, que viene a reforzar la estrategia nunca disimulada en
toda la pieza: ser retrato de una historia, que cambiados los
personajes y a todo color, vives cotidianamente en la tienda en la
que trabajas o la farmacia en la que dispensas tus recetas.
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