Cia. Eastman/ Sidi Larbi Cherkaoui / Damien Jalet/ Antony Gormley
Mercat de les Flors, 15 de abril de 2011
© Koen Broos |
Desde luego sin voluntad de comunicación, no hay nada. Se pueden emitir centenares de mensajes, hasta dedicar la vida entera a hacerlo. Pero si allí, al otro lado, no hay nadie dispuesto a ser interpelado, simplemente se pierde el tiempo. Y es que Babel no es sólo la torre de las lenguas que hicieron imposible elevar hacia el cielo lo humano; sino la eterna incapacidad cotidiana de reconocer nuestra necesidad de entablar con el otro un sistema fluido y permanente de conexión mental y física. Sus derivas, las especificidades culturales y religiosas con las que hemos poblado la tierra. Su consecuencia: el silencio universal.
Este es el relato de Babel (Words): el del instante del derrumbamiento. Con un conjunto de bailarines formados en distintas disciplinas (en todo caso en el ámbito de lo que podríamos llamar la fisicalidad contundente: hip-hop, contemporánea, circo…); tres intérpretes (actores dúctiles y brillantes) y un conjunto instrumental y dos voces. Se propone una visión de la peripecia histórica que hizo posible la diversidad humana, mientras la incomprensión llenaba el espacio hecho añicos de aquella torre en construcción.
La obra está plagada de referencias multiculturales, y no es sólo porque los intérpretes sean de diversa procedencia: música oriental mezclada con tradicional sarda; diálogos (en cinco idiomas diferentes) que lejos de dificultar la comprensión la facilita, pues es en el cuerpo desde el que todos se expresan; explicación de las diversas perspectivas cosmológicas y hasta científicas con las que se explicita el mensaje de la pieza; y un vestuario determinadamente ajustado al propósito general.
© Koen Broos |
Y son muchísimos los momentos para la memoria. El por qué el lenguaje del cuerpo es el más universal de los instrumentos de comunicación humana (extraordinaria la intérprete “robotizada” que presenta la obra.). Hasta dónde puede llegar la obstinación humana cuando delimitamos el significado de las cosas, sin tener presente que es sólo una posible perspectiva de la mirada (primera contundencia de lo físico: ¡este espacio es mío!) Cómo construimos las barreras personales (brillante ese paralelismo entre la piel en la que residimos y las estructuras metálicas con las que los intérpretes construyen lo habitable, dificilísimo de conjugar sobre el escenario y que valió un buen golpe a uno de los bailarines el día del estreno.) Hacia dónde dirigimos la mirada cuando el deseo ocupa nuestra mente (delirante, de carcajada limpia, las dificultades de comprensión con la que se encuentra el “chico” que busca “chica”.) Hasta qué punto podemos poner en solfa todos y cada uno de los principios constituyentes de nuestra pericia personal y colectiva (un momento absoluto, de una fuerza inmensa, en el que arrastrando las estructuras metálicas, se produce una auténtica locura sobre el escenario y que era imposible mirar sino desde el asombro y ¡hasta el miedo por cómo acabaría todo aquello!) Y finalmente, cómo podríamos apaciguar toda esa sinrazón colectiva en la que hemos dispuesto las cartas de lo humano, que no es otra manera –aceptémoslo- que la voluntad irremediable de reconocernos seres necesitados de los otros (el dúo bellísimo del árbol y la serpiente; el momento colectivo a cámara lenta de las luchas fratricidas; los diálogos asombrosos de los intérpretes japoneses; hasta la mujer de la limpieza paseándose por las estructuras humanas y metálicas del escenario…)
Todo, absolutamente cada segundo de esta obra se mueve para que el espectador genere a su vez agitación. Como cuando permites la voluntad de fluir en comunicación con un desconocido.
Una pieza imprescindible. Una obra maestra.
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¡Apabullante!
CARMEN DEL VAL 18/04/2011(El País)
Un fascinante montaje vuelve a sacudir al público del Mercat de les Flors. Se trata de Babel (words), última creación del admirado Sidi Larbi Cherkaoui, que firma junto con Damien Jalet y el escultor Antony Gormley. Al igual que en D'avant, primer trabajo en Barcelona de los dos primeros, el espectáculo va de la angustia al goce, de la violencia a la caricia, de la vanguardia a la tradición.
Dieciocho artistas de 13 países con siete religiones protagonizan este hipnótico espectáculo. Artistas totales porque dominan baile, canto, acrobacia... Faltan superlativos para calificar su apabullante trabajo, que se nutre de los diálogos de Lou Cope y de las ricas frases coreográficas de uno de los creadores con más registros, Larbi, que aquí, junto a Jalet, compunge al espectador con una hiriente crítica sobre la incomunicación actual. Tecnología, tradición y vanguardia salpican esta Babel, con la que sus autores cierran una trilogía que completan Foi (2003) y Myth (2007).
Larbi y Jalet tienen un aliado en Gormley, creador de unos cubos enormes tridimensionales que forman paisajes desoladores o, manipulados por los intérpretes, un refugio. Ya el comienzo es impactante: los 18 bailarines realizan un baile agresivo y acrobático; los músicos entonan cantos turcos. La dureza de las imágenes, salpicadas con fragmentos de humor, convierte al espectador en bipolar. Esa manipulación emocional llegó a su clímax al final, cuando fronteras e imposiciones políticas y espirituales se derrumban y los intérpretes se encadenan y avanzan juntos bajo la frase del neurocientífico V. S. Remachandran: "Unidos por nuestras neuronas, separados solo por nuestra piel". El Mercat vibró.
Dieciocho artistas de 13 países con siete religiones protagonizan este hipnótico espectáculo. Artistas totales porque dominan baile, canto, acrobacia... Faltan superlativos para calificar su apabullante trabajo, que se nutre de los diálogos de Lou Cope y de las ricas frases coreográficas de uno de los creadores con más registros, Larbi, que aquí, junto a Jalet, compunge al espectador con una hiriente crítica sobre la incomunicación actual. Tecnología, tradición y vanguardia salpican esta Babel, con la que sus autores cierran una trilogía que completan Foi (2003) y Myth (2007).
Larbi y Jalet tienen un aliado en Gormley, creador de unos cubos enormes tridimensionales que forman paisajes desoladores o, manipulados por los intérpretes, un refugio. Ya el comienzo es impactante: los 18 bailarines realizan un baile agresivo y acrobático; los músicos entonan cantos turcos. La dureza de las imágenes, salpicadas con fragmentos de humor, convierte al espectador en bipolar. Esa manipulación emocional llegó a su clímax al final, cuando fronteras e imposiciones políticas y espirituales se derrumban y los intérpretes se encadenan y avanzan juntos bajo la frase del neurocientífico V. S. Remachandran: "Unidos por nuestras neuronas, separados solo por nuestra piel". El Mercat vibró.
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