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diumenge, 17 de març del 2019

El amor brujo

Israel Galván
Piano: Alejandro Rojas-Marco
Cante: David Lagos
Teatre Zorrilla, 16 de març de 2019
Dansa Quinzena Metropolitana


Dolor circunspecto

Ataviado de gitana, traje ceñido con blusa, con una gran melena rubia, pendientes largos dorados y pantalones de pata de elefante, espera Israel Galván sentado en el centro del escenario a que el público se acomode. La paciencia como rasgo de conducta: la obra empieza tarde, ni un asiento vacío y la máxima expectativa que se celebraba en la cola de la entrada con zapateados espontáneos y sonrisas. Se esperaba una fiesta esa noche en Badalona y llegó una tormenta de dolor y sentimiento de la mano del genio.

A su lado, empezó el pianista Alejandro Rojas-Marcos a ofrecer una versión ad hoc, intimista, con toques extremos de percusión y dulzura en el sentido, del Amor Brujo. Y en ese punto se originó la magia gestual del bailaor: sin moverse de la silla durante más de un tercio de la pieza, ofreciendo un repertorio de expresiones con brazos y piernas, como ramas de un tronco amarrado por las raíces de una historia de amor y desencuentros; incapaz de soslayarse a su destino. Ya ganó al público, claro. Sin levantarse tan siquiera. Fiera expresión, introspectiva mirada, denuncia en fin de aquel mundo femenino de la pasión, sufrimiento romántico y la pasividad.

Vendrían luego un par de momentos claves en el asunto de la obra de Manuel de Falla: la danza ritual del fuego y la canción del fuego fatuo. Ahí reside la esencia de la experiencia de la muchacha atormentada por su antiguo amante. Para entonces, Galván ya habría creado por el escenario un clima fantasmagórico, por el cual se mueve sin sentido aparente, ayudado de pequeños efectos de luces y algún objeto con el cual acompaña su torrente de sonoridades percutidas con pies, cuerpo y boca. Un éxtasis de pena y resentimiento al que el creador sumerge la platea, compungidos hasta el último espectador por ese drama de belleza musical.

Cabe decir en este punto que la voz que canta El Amor Brujo de Galván es masculina: David Lagos, acompañante habitual del artista en sus montajes. No es inocente tampoco ese cambio de género, pues remarca el sentido que en su origen el compositor gaditano daba a este ballet con cante jondo: una pantomima de brujería, en homenaje al mundo gitano con sus hechizos y fábulas. La atmósfera queda acentuada por esa voz fractal, manipulada por los micrófonos con los que canta y que se entremezclan con algunos fragmentos históricos de la interpretación que suenan de manera solapada.

Así se presentó este amor de Galván, en coproducción con la Dansa Quinzena Metropolitana y en el teatro de Badalona: público en pie, rendido, maravillado, extasiado de gravedad, convencido de haber asistido a una de las noches más grandes del baile.

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